lunes, 10 de mayo de 2010

Metamorfosis del Sistema

El Sistema al que nos referimos es el actual entramado político social que nos gobierna y que así fue denominado por Mario Conde tras la intervención de Banesto por el Banco de España en su libro El Sistema (Espasa Calpe,1994) queriendo referirse, si no lo interpretamos mal, a la estructura característica de tipo oligárquico que habían adquirido las relaciones entre el poder económico y el político en España en aquellos tiempos. Una estructura que había detectado ya en sus años de experiencia por las altas esferas del poder económico a raíz de su designación, tras una dura batalla de tintes épicos, como presidente de Banesto, uno de los siete grandes bancos de entonces.
Ha pasado ya bastante tiempo desde la publicación del susodicho libro, hoy de nuevo reeditado (Editorial Séneca), escrito por un hombre de acción empresarial exitosa, brillante y fulgurante pero, a la vez, dotado de una gran capacidad de reflexión y amplia cultura, algo raro por ello en el mundo de las finanzas español que nos tiene acostumbrados más bien a personajes más planos y menos interesantes. Conde, en sus análisis y reflexiones sobre la economía, en las circunstancias políticas de cada momento, en las duras pruebas a que lo ha sometido la vida misma desde que se atrevió a enfrentarse a ese Sistema, da siempre una sensación de poseer un gran temple estóico al comportarse con la misma elegancia y tranquilidad de espíritu tanto en el triunfo como en la adversidad. Tiene un aura su figura como de estar en posesión de una sabiduría profunda, propia, me parece, de lo que Kant llamaba un "filósofo mundano", esto es, de un legislador de la razón. Eso precisamente es lo que le da el aspecto de rara avis en su paso por el mundo de las altas finanzas españolas.
Para mí la lectura de dicho libro, que me pasaron en un momento en que seguía con cierto interés el denominado, por Jesús Cacho, "asalto al poder" de Conde y Abelló, me resultó sumamente iluminadora acerca de la naturaleza y estructura del sistema económico español que se estaba configurando en los años del felipismo. Pues un hombre de una inteligencia probada por los hechos de su rápida ascensión y triunfo en el duro mundo empresarial, en el que nadie regala nada, se situaba en un observatorio privilegiado, como era la presidencia de uno de los grandes bancos de entonces y, con datos seguros y firmes, como los que tienen aquellos que se juegan mucho dinero en cada decisión que deben tomar, obtiene una fotografía precisa y clara de la estructura del poder económico español. Dicho poder sistémico, se decía en aquel libro, queda simplificado al máximo en la fórmula que aun hoy nos rige de bancos, eléctricas y grandes constructoras. Todos conectados entre si. Unos por su dependencia del gobernador del Banco de España que nombra el Gobierno, en el caso de los bancos, otros de las tarifas eléctricas que dependen del Consejo de Ministros y los más, finalmente, pendientes de la concesión de grandes obras públicas por los ministros de turno, constituyendo en conjunto unos factores económicos que, finalmente, resultan excesivamente dependientes del poder político.
Este "sistema", sin embargo, es el que está provocando la desindustrialización de España, convirtiéndola poco a poco en un país reserva turística de Europa, para lo que se necesitan muchas urbanizaciones, con luz y agua y abundante crédito hipotecario para construir y vender las casas. El tipo de empleo que se creó entonces fue el de albañiles y camareros al que, a falta de mano de obra local, acudieron los emigrantes. Con eso íbamos convergiendo nominálmente con los grandes países europeos según la ecuación 1 euro = 100 pesetas, por la cual nuestros precios tenderán a acercarse a los de los alemanes, mientras que nuestros salarios se mantienen congelados por una inflación oficial debidamente maquillada. A pesar de ello la vitalidad real española hace que sigan apareciendo empresarios excepcionales como el fundador del grupo Zara o el presidente de Endesa, víctima de espionaje por el gobierno, como en su tiempo le ocurrió a Conde con el informe Crillon, o que resurjan de sus cenizas otros perseguidos por el sistema como Ruiz Mateos, etc. Por ello, al menos hoy, a diferencia de los tiempos de Conde, el hombre más rico y envidiado en España ya no es un banquero, como lo fue Botín, sino un industrial, como el fundador de Zara y de Inditex.
Una de las virtudes probadas del diagnóstico de Conde en el libro era que en el "sistema" el poder político domina al poder económico, aunque aparente lo contrario para el observador no avisado. Ese observador que, por ejemplo, cuando el presidente del Santander, Emilio Botín, recibió a Zapatero (para escarnio del PP) en la sede central de su Banco, cree que el poderoso caballero es don dinero y el otro es el caballero de la triste figura. Basta recordar que otro caballero de no tan triste figura, Felipe Gonzalez, ayudado por los escuderos del PP, que condenaron entonces con gran pasión y nula precaución al banquero hereje, arrebató el Banesto a Conde y se lo entregó a Botín, como botín por no romper el "sistema". Una justicia ya entonces politizada ( Montesquieu habría muerto, según Alfonso Guerra) haría el resto, dando con los huesos de Conde en la cárcel sin llevar a cabo una rigurosa investigación de la trama comisionista implicada en aquellas extorsiones del caso Argentia Trust, por ejemplo.
Pero hoy estamos asistiendo, no a la ruptura económica, sino a la ruptura política del "sistema", por el equilibrio de votos entre los dos grandes partidos, que no tienen otro modo de dirimir su derecho a gobernar que sometiéndose al arbitrio de los nacionalismos separatistas y otros grupos de minorías radicales, letales para la unidad e identidad de España, unidad en la que, a la vez, necesita apoyarse para su sostenimiento el "sistema" económico. De ahí que si no lo remedian la creciente abstención unida a nuevas fuerzas políticas emergentes, como el partido de Rosa Diez o de Ciutadans, o los que vengan, que creen una bisagra sustitutiva de la bisagra nacionalista lo suficiéntemente fuerte para conseguir la despolitización de la justicia, la verdadera liberación de la economía de la tutela del Estado y la represión del separatismo, el "sistema" dará lugar a dos "sistemas" de signo contrario, como lo eran en otro tiempo las dos Españas, incapaces de convivir, precisamente porque la izquierda revolucionaria (el Frente Popular) quería durante la República lo mismo que ahora con Zapatero, el poder en exclusiva para ella sola. Es decir, que podemos, para concluir, añadir la observación de que don Mario solo se habría equivocado en una cosa: en que , si alguien no lo remedia, no vamos a seguir teniendo un "sistema", sino que vamos a tener dos, como los chinos con su fórmula de "un país, dos sistemas". Están haciendo buena aquella frase de Salvador de Madariaga cuando observaba que siendo España el país más occidental de Europa, desde un punto de vista geográfico (el cabo Finisterre está en Galicia) es, sin embargo, el más oriental desde un punto de vista político cultural. Madariaga lo decía por que en España florecieron durante siglos y dieron su do de pecho más alto que en el resto de Europa culturas de procedencia oriental como la de los judíos y los gitanos. Hoy, sin embargo, podríamos decir que lo que está floreciendo es la casta de políticos sátrapas y marajás vista la corrupción escandalosa e incesante de tantos cargos públicos.
Manuel F. Lorenzo