miércoles, 2 de junio de 2010

Sociedad Orgánica y Sistema

El término "Sistema", que utilizamos para referirnos a la estructura y modo de organizarse y funcionar de una sociedad, bien merece una reflexión que lo aborde en un sentido histórico ideológico. Pues no hace muchos años, aún en plena Guerra Fría, se solía utilizar dicho término adjetivandolo. Así se decía Sistema capitalista o Sistema comunista, etc. Pero era raro su uso como sustantivo, como Sistema a secas. Lo mismo ocurrió con el término Democracia, que hoy se usa sin adjetivos, pero que no hace tanto se solía adjetivar como democracia burguesa, capitalista, socialista, etc. En España esto ocurrió con la denominada Transición a la Democracia de finales de los 70. Entonces tanto los partidarios de la oposición como los llamados aperturistas del Régimen pedían Democracia, diferenciandose los que querían democracia homologable "a secas" y los más radicales que pedían profundizar en la democracia. Pedir una democracia popular o comunista parecía improcedente e inoportuno.

La denominación de la estructura política y social como "El Sistema", creo que tuvo que ver con la denominada Generación del 68, a la que pertenecen, por ejemplo, Felipe Gonzalez, Fernando Savater, el propio Mario Conde, etc., es decir aquella generación que, para decirlo en términos orteguianos, llega al Poder en la década de los 80. El término caló entre los estudiantes de las revueltas de Mayo de 1968, en Paris, Berkeley, Tokio, Berlín, etc., probablemente por las lecturas que entonces se hacían de representantes del marxismo de la llamada Escuela de Franckfurt, como Herbert Marcuse, en el sentido de rechazar tanto el sistema socialista soviético como el capitalista norteamericano y occidental, como represivos de la libertad humana, especialmente en relación con los aspectos más lúdicos y creativos. Marcuse, que estuvo exiliado del nazismo en California, donde pudo observar detenidamente la sociedad norteamericana y compararla con la vieja Europa en crísis, llegó a decir que en EEUU tenían tambien, como en la URSS, un único partido (el Sistema) aunque pareciesen dos (Republicanos y Demócratas). Tambien estaba entonces de moda entre intelectuales y científicos la Teoría de General de los Sistemas de Bertalanffy, el Estructuralismo o las descripciones heideggerianas de la sociedad tecnológica moderna como Gestell (dispositivo sistemático). Cuando, años más tarde, se produce el colapso económico de la URSS, que acaba con las ilusiones de transformación revolucionaria de la sociedad industrial moderna lideradas por el marxismo, desde la izquierda se interpreta tal acontecimiento como el triunfo de la derecha (el Sistema), los integrados, y se busca la organización de una nueva izquierda, ahora anti-sistema y apocalíptica. El Sistema pasa a ser para la nueva izquierda poco menos que la encarnación del Mal.

Pero hay aquí un prejuicio que tiene su raíz en el monopolio de los ideales de una sociedad más fraternalmente humana por el marxismo. El olvido de otras figuras históricas anteriores al propio Marx en el análisis de la naturaleza de la sociedad moderna y de las propuestas para erradicar sus lacras de explotación y miseria, como la del conde de Saint Simon, padre de la Sociología y de la filosofía social positivista, es quizas, a mi juicio, el olvido más importante en lo que tiene que ver con el asunto que nos ocupa, con el Sistema. Pues Saint Simon, a diferencia de Marx, no creía que los intereses de obreros y empresarios fuesen absolutamente irreconciliables, confiaba especialmente en la ciencia para incrementar la producción y no entendía la Historia como dirigida hacia una meta final absoluta ya sea el Cielo prometido por los cristianos o el Comunismo final del marxismo, la tierra de Jauja, sino como una sucesión de largos periodos en que existían sociedades orgánicas y estables (Sistemas) y otros periodos críticos en que las viejas sociedades orgánicas se destruían para alumbrar de su seno nuevas sociedades orgánicas superiores y más deseables para la organización de los asuntos humanos que las anteriores. En el periodo de máxima influencia del marxismo se dió por hecho que la razón estaba de parte de Marx pero, hoy, tras el colapso económico del comunismo, y los lógros del capitalismo occidental, deberiamos revisar semejante juicio. Para el filósofo frances, la última sociedad orgánica en Occidente habría sido la sociedad feudal medieval, estable durante siglos pero que al permitir el resurgimiento de las ciudades en la alta Edad Media con las clases sociales propias de ellas como los comerciantes y artesanos industriales (la burguesia en el sentido de los habitantes de los burgos, que incluye propietarios y empleados, aunque despues el término burgues se aplique solo a los propietarios) y al permitir tambien la asimilación institucionalizada en las Universidades del legado científico y filosófico de los griegos recibido a través, principalmente, de la Escuela de Traductores de Toledo, dió nacimiento a los dos nuevos poderes, terrenal y espiritual, que sustituirán paulatinamente a los anteriores detentadores de ellos, los guerreros feudales y el clero sacerdotal. Los productores burgueses aliados con científicos y filósofos (los intelectuales) encarnaran la izquierda revolucionaria en las Revoluciones inglesa y francesa, frente a la derecha representada por nobles y clero (representantes del llamado Antiguo Régimen).

La época de crisis moderna se inicia en el Renacimiento y pasa su Rubicon con la Gran Revolución francesa y la constitución de los EEUU de norteamerica. A continuación, según Saint-Simon, deberían cesar las crisis revolucionarias para dar paso a una nueva sociedad orgánica, un Sistema, que deje de centrarse en la organización de la guerra, propia de las sociedades militares que se quieren superar, y se centre en la organización de la producción por la explotación de los recursos naturales y no por la explotación y esclavización de otros pueblos, como ocurría con los sistemas antiguos. Los EEUU, en el siglo XIX, se convierten en el primer prototipo de nueva sociedad orgánica (de ahí el asombro de un liberal francés, observador de la evolución del nuevo país democrático, como Aléxis de Tocqueville en su famosa obra La democracia en America) debido a que en él pudieron desarrollarse las clases productoras sin una fuerte oposición del Antiguo Régimen como en Francia y contando, a diferencia de Inglaterra, con una amplia extensión geográfica que le permitia disponer de una poderosa reserva natural a explotar sin tener que recurrir al colonialismo militarista. Otra cosa será en el siglo XX en el que los americanos se convierten en potencia hegemónica mundial viendose obligados a salir de sus fronteras, interviniendo en todos los conflictos y empezando a ser inevitablemente amados/odiados por ello pero, a la vez, extendiendo su Sistema a los países más industrialmente avanzados como los europeos y Japón. Dicho Sistema consigue, con el keynesianismo, evitar la depauperación creciente de la clase trabajadora, que profetizaba el marxismo, y crear la llamada sociedad del bienestar que se extiende a Europa, incluida España, y Japón en la segunda mitad del pasado siglo. Con ello no desaparecen las amenazas de grandes crisis en el sistema capitalista industrial, pero si la creencia de que eran insuperables dentro del propio Sistema. El keynesianismo fue clave en la superación de la gran crisis del periodo de entreguerras y significó la sustitución de una élite de "especuladores", para decirlo en términos del sociólogo italiano Pareto, por una élite de "rentistas", cuando el Presidente Kennedy nombra por primera vez a economistas keynesianos como asesores de su política económica. Otras crisis posteriores harán que asciendan los monetaristas de la Escuela de Chicago, cuya política económica de bajos tipos de interes estamos viendo hasta donde llega, con la crisis mundial en que nos encontramos. Nuevo reto para el Sistema. El Sistema americano represente el triunfo definitivo de la izquierda democrático liberal frente al antiguo régimen. Por tanto no es un Sistema de Derechas, sino que, historicamente, es de izquierda, (a pesar de que decir esto suene hoy escandaloso dada la hegemonía del pensamiento de izquierda que se ha impuesto en Europa en las últimas décadas) pues la izquierda socialista o comunista, aunque influyó en la dulcificación de muchos aspectos sociales del capitalismo, sobre todo en Europa, no consiguió imponer un sistema alternativo exitososo al democático liberal como señaló en su día Francis Fukuyama. Tampoco el intento fascista de restaurar el Antiguo Régimen tuvo éxito, sin que se infravalore su papel de freno al comunismo, sobre todo en España. Al no haber posibilidades de cambiar el Sistema, seguramente en siglos, deja de tener sentido la contraposición revolucionaria de izquierdas y derechas, la cual si lo tuvo en el largo periodo historico de 500 años que se abrió con el Renacimiento. El Sistema debería caminar más hacia la organización e integración que hacia la crisis.

Además el Sistema occidental está entrando en relación económica muy intensa por la globalización que permite la revolución tecnológica de las comunicaciones y la apertura de inmensos mercados como China. Pero, a la vez, con tremendas fronteras políticas hoy insuperables (peligro de guerra atómica) que dificultan la lucha contra esos nuevos caballos del apocalipsis (superpoblación, terrorismo, manipulación de la información, utilización de la ciencia como instrumento de dominación, agotamiento de recursos, etc.) Un Gobierno mundial resolvería seguramente muchos de estos peligros. Pero, hoy por hoy es tan utópico como pretender tener una moneda fuerte en un area económica con fuertes disimetrías. Por ello lo único que nos queda es regenerar el Sistema occidental en el que estamos, pensar reformas que, sin destruirlo, lo transformen. Concretamente en España, ¿cómo podemos sustituir la élite especuladora y escasamente industrial que se ha apoderado de los puestos de mando económicos e ideológico en la últimas décadas? Pues, del franquismo se podrán decir muchas cosas, pero no se puede negar que con él España dió el salto para constituirse en potencia industrial, creando las clases medias y el principio de la sociedad del bienestar, esto es, del Sistema en el que estamos. Crémos que esta reforma hoy solo puede hacerse, dada el consenso alcanzado sobre la democracia como horizonte político insuperable, a través de procedimientos democráticos, utilizando los mecanismos legítimos de la crítica, el convencimiento y la discusión, fomentando una nueva reorganización de la sociedad civil que acabe generando nuevas propuestas políticas. Precisamente una de las cosas que más llama la atención del Sistema es que existe una disimetría entre la creciente integración y organización de la producción y la anarquía aún reinante en el mundo de la Ideas. Queda, en tal sentido, mucho por pensar todavía para que nuestras Ideas se adecuen a la nueva realidad en que estamos anclados. Pero dicho pensamiento, pasada la época de destrucción del Antiguo Régimen, debe ser más bien positivo, más de reforma que de revolución. La fuerza no está hoy en el poder para destruir ( la guillotina, etc.) sino en la habilidad para mantener a flote lo esencial de nuestro Sistema occidental. Superar la necesidad ciega de la Naturaleza y de la esfera económica está, hoy más que nunca, en las manos de nuestra habilidad técnica y científica. Sin pensar dicha habilidad junto con la nueva Idea del mundo que ella implica no saldremos adelante en nuestro asunto más vital, la lucha por una existencia digna.


Manuel F. Lorenzo


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