viernes, 6 de mayo de 2011

Las Escuelas filosóficas helenísticas y la Filosofía Contemporánea (I)

El origen de la Filosofía Contemporánea se suele situar en una serie de movimientos filosóficos que coinciden en oponerse de un modo innovador a la filosofía de Hegel. Así, el joven Marx consideraba a Hegel como una especie de Aristóteles de la Filosofía Moderna (ver, en este mismo Blog, "Hegel y Aristóteles") que abría una nueva época en el desarrollo de la Filosofía semejante a la época de las escuelas filosóficas helenísticas que viene después de Aristóteles con los epicúreos, estoicos, escépticos, etc. Unas escuelas que ya no serán tanto meras Escuelas de Conocimiento, como lo eran fundamentalmente la Academia platónica y el Liceo aristotélico, cuanto Escuelas de Salvación, en el sentido de que en ellas se subordina el conocimiento a la acción salvadora de los individuos. De ahí que, en tales nuevas escuelas, el conocimiento supremo fuese el conocimiento práctico, la Ética.

Podemos, por tanto, siguiendo la indicación de Marx, generalizar tal comparación entre el siglo III antes de Cristo y el propio siglo XIX. El marxismo, según la comparación, sería un movimiento filosófico alternativo a la sociedad moderna, como lo quiso ser el epicureísmo para la sociedad antigua. Marx mismo, en sus comienzos, tomó como modelo a su admirado Epicuro, al cual veía como un precursor de la crítica ilustrada a la religión y como el creador de un movimiento filosófico que propugnaba un modo de vida alternativo al de la sociedad de su época, llegando a tener muchisimos seguidores repartidos por las ciudades griegas y romanas (en tal sentido es muy ilustrativa la lectura del libro de Benjamin Farrington, La rebelión de Epicuro, Ediciones de Cultura Popular, Barcelona, 1968). Así, se puede decir que el marxismo es una especie de epicureísmo moderno en el que la amistad, que unía las comunas epicúreas, es sustituida por la fraternidad obrera en la lucha por una alternativa a la sociedad de su tiempo, la cual se demostraría como utópica, pues el epicureísmo comenzó a perder fuerza como movimiento social en torno al siglo II después de Cristo y el marxismo después de la caída del Muro de Berlín. Lo cual no fue ajeno a la actuación exitosa en la transformación de la sociedad de otra corriente filosófica de sentido contrario, como fue el estoicismo en el mundo antiguo y el positivismo en el moderno. Pues si el epicureísmo y el marxismo ponían la meta de sus esfuerzos en la conquista de una vida feliz, de un paraíso realizado en la Tierra, el estoicismo pone su objetivo principal en el triunfo de la Virtud que permita reformar desde dentro la sociedad política realmente existente y el positivismo en la combinación comtiana del Orden con el Progreso, renunciando a las utopías alternativas que prometen un reino de Jauja puramente ilusorio. Así Marxismo y Positivismo son filosofías tan diferentes y opuestas como lo eran en la antiguedad epicúreos o estoicos.


No obstante, tanto epicúreos como estoicos, tenían en común su apuesta fuerte por la racionalidad humana como instrumento seguro de conocimiento de la verdad y de guía en la vida. Eran consideradas filosofías "dogmáticas" en el sentido de que descansaban en principios racionales en coherencia con los cuales desplegaban sus, tenidas por sabias, sentencias filosóficas. Frente a esta posición, fuertemente racionalista, había surgido una escuela que la iría minando y sometiendo a una desgastadora crítica, la escuela escéptica fundada por Pirrón. Es en los tiempos de Arcesilao y Carneades, ya avanzado el helenismo, cuando el escepticismo alcanza cierto éxito en su lucha contra los aspectos más débiles del estoicismo, como eran, p. ej., las creencias astrológicas. Asimismo el escepticismo alcanza una nueva forma de ataraxia o imperturbabilidad del ánimo con el descubrimiento de la imposibilidad de alcanzar el conocimiento absolutamente verdadero y la conformidad con saber lo meramente probable. Tales críticas influyeron en la renovación del estoicismo llevada a cabo en la llamada "Estoa Media" por Panecio de Rodas, el cual desarrolla un estoicismo crítico, rechazando, por ejemplo, la astrología y sus predicciones inexorables del futuro, y recuperando el legado platónico clásico orillado por el fundador Zenón, iniciando así una renovación trascendental por su influencia en el estoicismo romano posterior de Séneca y Marco Aurelio. El epicureísmo padecerá, sin poder renovarse, las críticas escépticas, llegando prácticamente a desaparecer a partir del siglo II después de Cristo, debido también al éxito del estoicismo renovado en la racionalización del imperio romano en tiempo de los grandes emperadores del siglo II, en el que llegó a ser una especie de ideología oficial (ver el libro de Renán, Marco Aurelio y el final del mundo antiguo, Buenos Aires, 1965).


El equivalente de la función crítica que lleva a cabo el escepticismo respecto de epicúreos y estoicos, creemos que es, en la filosofía contemporánea, el Vitalismo de Schopenhauer y Nietzsche, en el sentido de que su fuerza crítica principal va dirigida contra una creencia fundamental común tanto al positivismo como al marxismo, la creencia en el Progreso histórico. La Idea del Eterno Retorno que Nietzsche asocia a su Zaratustra le permite introducir la posibilidad de superar el humanismo progresista, perfilando la figura de un más allá ultra-humano, en una superación de las ideologías de la modernidad, que proclama el irracionalismo de la vida, de la Naturaleza como Voluntad, frente a la Historia. La influencia de Nietzsche abrirá la posibilidad de nuevas formas de filosofía positiva, como las que se engendran en el Movimiento Fenomenológico de Husserl ( el cual llegó a decir: "nosotros somos los verdaderos positivistas"), especialmente en Max Scheler y Heidegger u Ortega. A su vez, provocará una reacción política frente al marxismo que conducirá a la Segunda Guerra Mundial y la subsecuente Guerra Fría. Después de la caída del Muro de Berlín se empieza a observar la perdida de influencia del propio marxismo y la necesidad de limitar el desarrollismo propugnado por las filosofías positivistas dominantes del Orden y el Progreso, por factores biológicos, ecológicos, climáticos, poblacionales, etc. Aparece también con claridad en el horizonte político mundial la supremacía de una nueva Roma, los EEUU, en la que sigue siendo hoy la filosofía positiva la más influyente, en comparación con el marxismo o el irracionalismo nietzscheano, aunque parece observarse una renovación profunda de dicho positivismo en la obra de George Lakoff y sus seguidores, los cuales se inspiran en la fenomenología del último Husserl del Mundo de la Vida, como clave para explicar los procesos cognitivos.


Pero no creemos que la Fenomenología represente todavía el modelo filosófico adecuado para una revitalización del positivismo, hoy francamente en crisis con el especialismo degenerativo a que ha conducido la llamada Filosofía analítica a la Filosofía. Nos parece que es posible la superación del positivismo fenomenológico de Husserl o Merleau Ponty por un positivismo operatiológico que incorpore en clave filosófica la renovación de la teorización del conocimiento humano que Piaget introdujo en el panorama de las llamadas "ciencias cognitivas" de la 2ª mitad del siglo XX. En tal dirección hemos propuesto algunos planteamientos básicos en el libro Introducción al Pensamiento Hábil (2007).


Manuel F. Lorenzo

"La Escuelas filosóficas helenísticas y la Filosofía Contemporanea (II)"






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