sábado, 18 de junio de 2011

Augusto Comte y la Ley de los Tres Estadios.

El filosofo francés Augusto Comte (1798-1857) es considerado como el fundador del Positivismo, una de las principales corrientes filosóficas contemporáneas. Su predecesor inmediato fue el Conde de Saint-Simon, del que Comte fue durante 7 años secretario personal y de quien toma ciertamente muchas Ideas, aunque haciendo con ellas una construcción sistemática más general, profunda y sólida. Esto se ve muy bien con su famosa Ley de los Tres Estadios, con la que Comte ordena, y consigue contextualizar histórica y filosóficamente, las certeras observaciones dispersas en la obra de Saint-Simon, Condorcet y otros, sobre la preponderancia creciente de las ciencias desde el Renacimiento, que van desplazando a la Metafísica teológica en la disputa sobre el "poder espiritual". Los famosos Estadios, que habría recorrido el conocimiento humano, son el Teológico, el Metafísico y el Positivo. En el primero se explican los fenómenos por la intervención imaginaria de seres personales sobrenaturales (demonios, dioses), en el segundo por principios o causas impersonales (el Agua de Tales, el Dios de Aristóteles, los átomos de Epicuro o Demócrito) y en el tercero a través de Leyes ( Leyes de Kepler, Ley de la Gravitación Universal) que expresan las relaciones en que se estructuran y coordinan los fenómenos. Dicho recorrido filogenético se repite ontogenéticamente en los estadios por los que pasa el ser humano desde su nacimiento hasta su madurez, siendo su mentalidad teológica en la niñez, metafísica en la adolescencia y positiva en la madurez.

El Estadio Teológico lo subdivide Comte en tres fases por las que históricamente ha discurrido la mentalidad religiosa: el Fetichismo primitivo, el Politeismo y el Monoteismo. Hoy, dado el mayor conocimiento histórico que tenemos de las religiones más primitivas, deberíamos modificar este esquema, certero en principio. Así el fetichismo no sería lo que caracteriza a la religión primitiva, sino la zoolatría, el culto a los númenes animales (tesis de Gustavo Bueno en El animal divino, 1985). La segunda fase, y en esto diferimos de la fasificación de Bueno, sería la fase del culto a los dioses, la cual incluiría el Monoteísmo como la religión teológica final que reduce los dioses a uno solo. La tercera fase, en la que estamos entrando, sería la fase del culto a la Humanidad, a la viva y, sobre todo a los muertos, cuyo peso aumenta más y más, como el verdadero númen que preconiza el propio Comte. El Cristianismo sería la única religión monoteista en que se introducen como númenes a seres humanos ( Jesucristo, la Virgen). El Positivismo de Comte anuncia, por ello, una extensión de este culto a todos los seres humanos. Se ha criticado la creación de la Iglesia Positivista de Comte como un acto extravagante propio de un megalómano paranoico, lo cual tiene mucho de verdad. Pero la Idea comtiana de una religión positiva de la Humanidad no debe por ello ser menospreciada. Pues, basta observar como lentamente se está introduciendo en las sociedades industriales más avanzadas una especie de religión positiva atea, como quería Comte, con un calendario festivo basado en el culto a la Humanidad (el año de Mozart, el día de la Mujer, el día del Padre, el día de la Cultura, etc.), la ceremonial visita a los museos, etc. La Idea del culto a la Humanidad habría sido preparada por Kant con su fundamentación de la religión en la moral y por Fichte con la definición de Dios como el orden de perfeccionamiento moral de la Humanidad (por ello Fichte fue ya acusado de ateísmo y expulsado de la Universidad de Jena).

El Estadio Metafísico, que sepamos, Comte no lo subdivide. Podríamos dividirlo en tres fases también, como se hace habitualmente. La primera fase sería la de una Metafísica realista (Tales, Aristóteles), la segunda la de una Metafísica Idealista (Descartes, Leibniz) y la tercera la de una Filosofía crítica o negativa que pretende superar, sintetizándolas, las fases anteriores (Hegel). En esta fase última ya se produce el intento de superar la Metafísica griega y la cartesiana, pero no tanto para superar toda Metafísica, sino para construir una Metafísica crítica, la que se abrirá camino en el Idealismo de Fichte y Hegel principálmente. Será Schelling quién evolucionará desde este Idealismo asumido y desarrollado en su juventud en el Sistema de la Identidad, hacia su superación con la propuesta de una Filosofía Positiva de su periodo último. Dicha propuesta se anticipa a la de Comte, aunque lo más importante en ella está en el rechazo del sistema hegeliano como una filosofía negativa, puramente especulativa, frente a la cual anuncia la necesidad de una filosofía experimental y positiva. No es casual que Schelling haya conocido más cercanamente que sus compañeros en Jena, Fichte y Hegel, el creciente desarrollo que se estaba produciendo en las ciencias naturales, el cual era ejemplo de un modo de conocimiento más firme y seguro que el de la Metafísica racionalista hegeliana. En tal sentido el viejo Schelling fue muy contundente en la defensa del positivismo experimental propio de la ciencia frente al puro deductivismo racionalista especulativo de Hegel (ver mi artículo "Schelling y el empirismo" ).

El Estadio Positivo es, según Comte, el estadio final. En él son las ciencias positivas las que descubren las leyes que nos permiten entender la realidad para controlarla. Pero además del conocimiento científico, que para Comte siempre es parcial y tiende a la especialización, cosa que olvida el fundamentalismo científico de tantos positivistas, se precisa de una Filosofía positiva (no meramente especulativa o negativa como era la Metafísica) que, apoyándose en los resultados seguros de las ciencias, elabore una síntesis general de los conocimientos en cada época que deben servir de mapa para coordinar las acciones a medio y largo plazo de las sociedades humanas. El filósofo positivo, y no el científico, es el que ejercerá de "especialista en generalidades", es decir, en Ideas, como contenido propio y tradicional de la Filosofía desde Platón. Pero Comte no llevó a cabo tampoco una periodización de este último estadio, en el que según él todavía estábamos entrando. No obstante, hoy podemos presentar una periodización del desarrollo del propio movimiento filosófico positivista. Como hemos considerado en otro articulo de este Blog ("Las escuelas filosóficas helenísticas y la Filosofía Contemporánea" 6-5-2011), el Positivismo, funcionálmente hablando, puede hacerse equiparable, en la Filosofía Contemporánea, a lo que fue el Estoicismo para la Filosofía Antigua. El Estoicismo se desarrolló en tres periodos que los historiadores distinguen con nitidez: un estoicismo clásico, fundado por Zenón de Citium, un estoicismo intermedio renovado por Panecio de Rodas y finalmente un estoicismo romano a partir de Séneca. Hoy podríamos distiguir, en relación con el desarrollo del Positivismo, en primer lugar, un Positivismo fisicalista, que es el que inaugura Augusto Comte y que al extenderse en el mundo anglosajón (llegando hasta el positivismo Lógico de Russell y seguidores) adopta la forma básica de un empirismo sensualista, a pesar de la condena del empirismo psicológico o asociacionismo por el propio Comte. En segundo lugar un Positivismo fenomenológico, que inician Brentano y Husserl ("nosotros somos los verdaderos positivistas") y que se opone precisamente al positivismo asociacionista basándose en los descubrimientos científicos de la Psicología de la Forma (Gestalt), con la intención de desarrollar una Filosofía positiva más profunda y acorde con la ciencias de su tiempo. Finalmente, con la renovación introducida en la propia Psicología por Jean Piaget, con el descubrimiento de las acciones o estructuras operatorias móviles y variables de los sujetos como clave para la explicación del conocimiento, se abre el camino para una nueva transformación del Positivismo en la forma que hemos denominado de un Positivismo Operatiológico.

Manuel F. Lorenzo