lunes, 8 de agosto de 2011

Fenomenología y Operatiología. La conducta operatoria como nuevo hilo conductor


Vivimos tiempos de crisis en la economía, en el medio ambiente, en los valores, etc., que hace que algunos busquen referentes en el pasado más próximo para encontrar algo parecido. Sea lo que fuere y, teniendo en cuenta que cualquier análisis histórico comparado debe tomarse con la precaución metódica de sopesar al lado de las semejanzas innegables las no menos innegables diferencias, podríamos realizar un tipo de análisis comparado en relación con la presente crisis en que se debate el pensamiento filosófico. Un fenómeno general que podemos, en primer lugar, poner en correlación, es la existencia de una primera mitad del XIX y del XX de gran creación y novedad filosófica, en un caso con el Idealismo alemán y en el otro con el Movimiento fenómeno-lógico que va de Husserl a Merleau-Ponty, pasando por Scheler, Heidegger y Sartre, y una segunda mitad en la que se produce una crisis por el influjo y preponderancia de corrientes que reducen la filosofía a una concepción del mundo (Historicismo, Marxismo) o a una actividad meramente auxiliar de la ciencia especializada (positivismo clásico y neopositivismo analítico). Hoy nos encontraríamos, por tanto, en una situación de crisis y debilidad de la Filosofía semejante a la crisis con la que se enfrentaron en su tiempo Brentano y Husserl. Quizás incluso más agravada por los efectos perjudiciales de la masificación de la sociedad en el propio campo educativo en el que las enseñanzas clásicas, como la propia Filosofía, tiende a ser desplazada por la presión del utilitarismo tecnológico, unida a los estragos que produce la concepción fundamentalista de la democracia que pretende el sometimiento de todo a la regla de la mayoría, tanto en asuntos que necesitan de opinión cualificada como en los que no. Por ello el análisis de cómo se salió de aquella crisis filosófica abriéndose un periodo de gran creación filosófica, tanto académica (la Fenomenología) como mundana (el Existencialismo) nos debería ayudar en la búsqueda de un nuevo fortalecimiento de la Filosofía que nos permita encontrar una nueva salida a la crisis en la que estamos inmersos.

Lo más característico de la Fenomenología de Husserl fue la conquista de un nuevo método, el punto de vista fenomenológico, con el cual abrir una visión nueva y más profunda que las anteriores, proporcionadas tanto por el análisis y la síntesis del positivismo como por la dialéctica de las síntesis y superaciones hegelianas. Dicho método trata de evitar tanto el psicologismo sensualista o sensacionista del positivismo como el formalismo de la dialéctica hegeliana. Frente al positivismo mantiene que, cuando escucho, por ejemplo, la canción de una cantante, dicha experiencia no se reduce a una mera suma de sensaciones, sino que se trata de captar la propia canción como una totalidad caracterizada por una forma o estructura (Gestalt) melódica que es preciso describir de una forma cuidadosa, ateniéndose a lo que aparece, y nada más que lo que aparece, cuando la escuchamos. Pues lo importante en el conocimiento de las cosas no es tanto decir qué son (sensaciones, ondas, etc.) sino como son posibles, como se nos da el objeto. A partir de este camino metodológico riguroso se podrá alcanzar la “esencia” del objeto, lo que él mismo es en realidad, su dimensión ontológica, pero no antes, como pretendería una filosofía dogmática. En tal sentido, la filosofía fenomenológica sigue el planteamiento revolucionario instaurado por Kant con su “giro copernicano”.

Pero, aun más decididamente que Kant mismo, o los neo-kantianos, la perspectiva fenomenológica no ignora la importancia de la experiencia exterior en la formación del conocimiento, no es anti-empirica, sino que lo que hecha en falta en el empirismo clásico es la actividad del sujeto necesaria y trascendental, como Kant puso de relieve, para la comprensión de las representaciones cognitivas. No hay Objeto sin Sujeto dirá después Fichte (“keine Objekt ohne Subjekt, keine Subjekt ohne Objekt”) y con él Schelling y Hegel abriendo así una concepción relacional del conocimiento en la que la objetividad se da conjugada con la subjetividad. Dicha actividad del sujeto (noesis) es entendida por los fenomenólogos en correlación apriórica y trascendental con el objeto de conocimiento (noema). Es el famoso Apriori de Correlación de que habla Husserl. Según ello, la constitución de los objetos de conocimiento está esenciálmente ligada a los actos por los que se nos dan en la experiencia. De ahí que la descripción minuciosa y exacta de lo que ocurre, cuando experimentamos algo, pasada por alto por el Idealismo, sea tan importante para los fenomenólogos. Así se dice que el descripcionismo fenomenológico abría una nueva forma empírica, positiva, de ver, de mirar el mundo. Siguiéndola podíamos no solo sentir la presencia de los objetos mismos, sino intuir, captar, de forma viva. su esencia, la estructura de su ser mismo, lo que en realidad son.

Pero la Fenomenología entenderá dichas esencias, formas o estructuras de los objetos, de una forma rígida, hipostasiada o reabsorbida en la materia objetual que se describe, como algo que está enterrado y que es preciso revelar, sacar a la luz, hacer patente, como un arqueólogo descubre un tesoro antiguo con sus excavaciones. Heidegger formulará la concepción de la verdad implícita en este modo de proceder recurriendo a la concepción de la verdad como aletheia, como des-cubrimiento o desen-cubrimiento de la esencia de las cosas, de aquello que las constituye como las “cosas mismas” y que trata de rescatar la fenomenología siguiendo su famoso lema Zurück zu dem Sachen selbst. Una concepción descripcionista de la verdad que, aunque tiene como objetivo el desenterrar estas esencias o estructuras de las cosas, sin embargo no las entiende todavía como constitutivas de la propia verdad de esas cosas, pues no consigue hacerlas despegar de la materia experiencial, con el fin de que adquieran vida y movimiento propio para tratar de reconstruir genéticamente las cosas mismas. Esto es lo que conseguirá hacer la Epistemología Genética de Piaget en su forma de entender las Formas o Estructuras que nos dan la “esencia” de los objetos en un orden circular y dialéctico, por medio del cual tales Estructuras son construidas operatoriamente según una causalidad circular, móvil y cerrada: “Según este punto de vista, las operaciones intelectuales, cuya forma superior es lógica y matemática, constituyen acciones reales, bajo el doble aspecto de producción propia del sujeto y de una experiencia posible sobre la realidad. El problema consiste entonces en comprender cómo se elaboran las operaciones a partir de la acción material y mediante qué leyes de equilibrio es dirigida su evolución: las operaciones se conciben así como agrupándose necesariamente en sistemas de conjunto, comparables a las "formas" de la teoría de la Gestalt, pero que, lejos de ser estáticas y dadas desde el principio, son móviles, reversibles y no se encierran en si mismas sino al término del proceso genético a la vez individual y social que las caracteriza” (J. Piaget, Psicología de la Inteligencia, Psique, Buenos Aires, 1960, pp. 30-31).

En tal sentido, de la misma manera que la Psicología de la Gestalt fue sustituida y superada por la Psicología genético evolutiva de Piaget, sería preciso sustituir la filosofía fenomenológica por una filosofía que fuese el pendant de los avances científicos en la explicación del conocimiento introducidos y desarrollados por Piaget. Esto es lo que, a nuestro juicio, ha empezado a hacer Gustavo Bueno (Ver El animal divino, Pentalfa, Oviedo, 1985, Parte I, 5: “La fase ontológica: Teoría de la Esencia”, p. 99 s.s. Asimismo Primer ensayo sobre las categorías de las “ciencias políticas”, Biblioteca Riojana, Logroño,1991, p. 119 s.s.) con su concepción constructiva y genética de las Esencias filosóficas. Para entender dicha nueva noción de Esencia, G. Bueno remite a lo que considera dos modos diferentes de llevar a cabo la Definición de algo: “... las definiciones pueden ser de muy diversos tipos. Desde luego, conviene precisar que estoy refiriéndome a las definiciones "reales" y no a las definiciones meramente "nominales". Propiamente una definición nominal puede considerarse como una definición de segundo orden en la que el definiendum sólo quiere remitirse a la definitio, como símbolo de identificación de otra definición real previa; real porque al definiendum se le vincula denotatívamente a un contexto predefinicional, a un material denotado (por ejemplo "redondel") siendo la definitio precisamente la construcción o recorte de un concepto en el seno del contexto material denotado ("lugar geométrico de los puntos que equidistan de uno central"). Cuando a esta definitio le ponemos el nombre de "circunferencia" podemos considerar que este nombre está siendo definido por una definición nominal; aunque si suponemos que el definiendum "circunferencia" denota iniciálmente el contexto predefinicional y sólo a su través a la definitio, entonces la definición puede ser considerada como real. La definición será, pues, real cuando, independiéntemente de que a su vez desempeña la función de aclaración de un nombre, lo que nos importa de ella es su aspecto constructivo, y no meramente declarativo o prescriptivo, la construcción de un concepto que se establece necesáriamente sobre un contexto material predeficional dado”, (G. Bueno, Primer ensayo..., p. 129 s.s.). La definición genética de la circunferencia “... se nos da cuando el concepto de circunferencia aparece, no ya como especie átoma (la circunferencia respecto de los infinitos "redondeles" individuales que la realizan), sino como la especie de un género combinatorio (las cónicas). El género combinatorio es el lugar lógico adonde habría que ir (suponemos) para aproximarnos a un concepto ontológico adecuado de esencia” (G. Bueno, El animal divino, p.103).

Frente a las descripciones de Esencias de la Fenomenología, lo que importa ahora, son las definiciones constructivas. En tal sentido, ya la Psicología evolutiva de Piaget había optado, frente a la Psicología de la Gestalt, por las definiciones genético-constructivas del Espacio o del Objeto Permanente. Así, inspirándose y generalizando la famosa definición del espacio geométrico que hizo el matemático francés Poincaré, definiéndolo como la resultante de un grupo algebraico construido por los propios sujetos en sus desplazamientos, Piaget generaliza dicha estructura de agrupamientos algebraicos para definir genéticamente, además del Espacio, los propios Objetos entendidos como Objetos permanentes o Substancias, la Identidad, como identidad de masas sea de agua o de plastilina, la Cantidad, la Medida o Número, etc.

Gustavo Bueno utiliza este procedimiento de la definición genética, que remite a Spinoza como ilustre precursor en su Tratado de la Reforma del Entendimiento - Spinoza parece haber tomado de Hobbes el procedimiento de la deducción genética: “Hay, no obstante, un concepto central en que Spinoza está de acuerdo con Hobbes y que debe haber tomado de su lectura directa: el concepto de método deductivo genético, de índole matemática, por el que el entendimiento inventa una causa que genere una figura (la esfera, el círculo, la hipérbole) y, a partir de ahí, deduce todas sus propiedades”, (Atilano Domínguez, Introducción a Spinoza, Tratado de la reforma del entendimiento, Alianza Editorial, Madrid 1988, p.33) -, cuando propone definir el concepto de mesa, como un concepto generado a partir del surgimiento de las actividades manipulatorias en los homínidos, como “el suelo de las manos” (G. Bueno, “La mesa”, El europeo (Madrid), nº 47, 1993, p.85). O el concepto de “basura” a partir de la operación de barrer ( G. Bueno, Telebasura y democracia, Ediciones B, Barcelona, 2002, pp. 25 s.s. Se pueden encontrar otros análisis de este tipo en otras obras suyas como Zapatero y el Pensamiento Alicia, Temas de Hoy, Madrid, 2006, cap. 3: “Sobre el diálogo”, o en el artículo “¡Dios salve la Razón!”, publicado en el libro de Benedicto XVI & al., Dios salve a la Razón, Ediciones Encuentro, Madrid 2008, pp. 57-92, donde se define la racionalidad misma como una relación resultado de una operación entre términos). Con ello se amplían los procedimientos de definición operatoria que Piaget había utilizado en sus construcciones de las estructuras cognitivas a conceptos tan comunes como las mesas, la basura, el diálogo político, etc. Al fin y al cabo, se podría decir que se pasa de tratar de definir “esencias” o estructuras científicas a “esencias” de objetos ordinarios. Sin embargo, G. Bueno no se detiene ahí, sino que lleva la aplicación de estos procedimientos constructivos a la definición de las propias estructuras cognoscitivas filosóficas, generalizando aun más este procedimiento de las definiciones operacionales o genéticas al aplicarlo a la definición de los conceptos filosóficos mismo, las Esencias o Ideas de la tradición. Las Esencias filosóficas dejan de ser estructuras rígidas aristotélicas, para ser entendidas como estructuras móviles, siendo necesario para entenderlas una explicación evolutivo genética similar a la desarrollada por Piaget en el terreno de las estructuras de la Inteligencia.

Gustavo Bueno distingue en su concepción de las Esencias ( ver El animal divino, p. 103 s.s. y G. Bueno, Primer ensayo..., p. 131 s.s.) un Núcleo generador, un Cuerpo envolvente y un Curso evolutivo en el que se especifican las diferentes avatares o fases de la Esencia en su transformación y desarrollo dialéctico, en el cual eventualmente se alcanzará la destrucción o negación del núcleo. Volviendo al ejemplo geométrico de la definición esencial de la circunferencia, G. Bueno ilustra dicha forma de definición: “Si las cónicas son una esencia genérica del campo matemático, su núcleo podría ponerse en la intersección del plano secante y la superficie del cono (ambos son componentes o elementos del núcleo); el cuerpo de esa esencia genérica estaría constituido por el conjunto de funciones polinómicas (con sus parámetros) que convienen a las líneas de intersección respecto de sistemas exteriores de coordenadas; el curso de esta esencia es el conjunto de las especies (elipse, hipérbola, etc.) que van apareciendo, y, entre las cuales, figurarán la recta y el punto como "curvas degeneradas" (en las cuales el núcleo desaparece” ( G. Bueno, El animal divino, p.105). G. Bueno denomina a las Esencias así entendidas “esencias plotinianas” por contraposición a las “esencias porfirianas” basadas en el procedimiento aristotélico de la definición por género próximo y diferencia específica, en el sentido de considerarlas como totalidades evolutivas que al trasformarse conservan una unidad de origen, interpretando las palabras de Plotino: “La raza de los heraclidas forma un género, no porque tengan un carácter común, sino por proceder de un solo tronco” ( Enéadas, VI,1,3).

Es en tal sentido que hablamos de una filosofía positiva operatiológica por contraposición al positivismo fenomenológico, el cual todavía permanece preso de la rigidez de su estructuras esenciales no pudiendo rebasar, por ello, el nivel puramente descripcionista de tales estructuras. El nuevo punto de vista aquí incorporado nos permite un enfoque igualmente positivo que el que reivindica la Fenomenología, por contraposición al propio de una filosofía puramente especulativa, pero que posibilita, a diferencia del enfoque fenomenológico, la introducción de una perspectiva dinámico evolutiva y dialéctica a la hora de abordar la comprensión esencial y última de algo, que es lo que tradicionálmente se atribuye a la labor estríctamente filosófica.

Manuel F. Lorenzo
www.manuelflorenzo.webs.tl

Continua en :"Fenomenología y Operatiología (II)".