viernes, 11 de mayo de 2012

Concepción evolucionista de las Ideas

Desde Platón, se tiene por contenido de la Filosofía a las Ideas, en el sentido de Esencias de las cosas, las cuales constituyen el verdadero mundo, la verdadera realidad que se esconde tras las apariencias. Pero durante siglos permaneció en la tradición filosófica occidental una falta de diferenciación entre Ciencia y Filosofía que no se pudo empezar a aclarar hasta que se constituyó la primera ciencia positiva, la Física newtoniana como “mecánica celeste” y “mecánica terrestre”. Pues, anteriormente, era la Geometría el modelo de cientificidad, que al ser puramente “formal”, no permitía ver con claridad la diferencia entre conocimiento científico y filosófico. Por eso se llegó a considerar a la filosofía, en tanto que mezclada con la Teología, como la Ciencia suprema en la Edad Media. Pues el concepto de ciencia aristotélico, en tanto que concepto meramente lógico, no podía discriminar entre la Teología racional y la Geometría. En tal sentido todavía el Padre Malebranche, aunque ya tenía conocimiento de la positividad de la ciencia moderna a través de Descartes, llegó a justificar, sin embargo, la Teología como ciencia en un sentido, no solo formal, por las famosas demostraciones de la existencia de Dios, sino también empírica o positivamente, pues para él los hechos en que se apoya la Teología son sus creencias. Pero todo esto sufre un cambio profundo con Kant, el cual, basándose en su punto de vista trascendental, se plantea la famosa pregunta, en su Crítica de la Razón Pura, de cómo son posibles los “juicios sintéticos a priori” propios de la ciencia newtoniana. Para contestarla se ve obligado a introducir el famoso “giro copernicano” en su explicación del conocimiento y los límites de la experiencia humana.

De ello resulta que la diferencia entre Conceptos científicos e Ideas filosóficas reside en que, a diferencia de los Conceptos científicos del entendimiento (Verstand) que exigen siempre una intuición empírica, las Ideas surgen, según Kant, por una extensión de la razón humana cuando se adentra en sus indagaciones a tratar cuestiones que rebasan los límites de nuestra intuición empírica. Por ello el papel de las Ideas de la Razón (Vernunft) no puede ser ya constitutivo del mundo, como ocurría en la Metafísica, sino que, en una Filosofía crítica, como la propuesta por Kant, dicho papel debe ser meramente regulativo, es decir, capaz únicamente de ayudarnos en nuestra orientación en el mundo, de la misma manera que decimos que no existen los paralelos o meridianos del globo terráqueo más que como líneas imaginarias construidas por los geómetras que, sin ser realmente constitutivas de la Tierra, nos permiten navegar por ello con seguridad. Pues mantener la Idea de que el mundo es finito es tan puramente racional como que es infinito, con lo que se abre aquí una dialéctica que Kant empieza a resolver con la generalización de un procedimiento para resolver tales contradicciones buscando una síntesis conciliatoria, que conducirá al famoso método dialéctico racional de Fichte, como método de investigación propiamente filosófico a diferencia de los métodos puramente científico experimentales. Pues Kant destaca, sin duda, por su “genio analítico” ya que sus importantes descubrimientos filosóficos permanecieron desparramados en las tres Críticas, pero estas mismas no formaban una unidad sintética filosóficamente fundada, sino que resultaban yuxtapuestas en base a la doctrina psicologico-metafísica de la Tres Facultades de Tetens. Por ello, la continuación de la obra kantiana requería una labor sintética de fundamentación estrictamente filosófica que se iniciaría con el, en palabras de Fichte, “genio sintético” de Reinhold, y culminaría en la más completa sistematización hegeliana. En tal sentido, Fichte mismo, aborda el análisis de las tradicionales Categorías aristotélicas, que Kant había empezado a estructurar y catalogar con precisión, según un nuevo proceder dialéctico y genético, aunque todavía con abundantes rectificaciones e incompletudes, como muestran sus numerosas versiones de la Wissenschaftslehre. La gran Lógica de Hegel será el resultado más completo de este geneticismo dialéctico meramente formal o especulativo.

El viejo Schelling criticó en sus Lecciones de Berlín el carácter puramente formal o negativo de la dialéctica hegeliana y propuso, en la Introducción de su Grundlegung der positive Philosophie, sustituirla por una filosofía dialéctica positiva, por la que lo “lógico” debía ser sustituido por lo “histórico”, lo negativo, por lo positivo, en una línea de crítica a la filosofía especulativa hegeliana muy similar a lo que proponía también Augusto Comte. El propio Marx hablará de poner la filosofía hegeliana, que pretendía andar con la cabeza (la Idea), sobre sus pies (la realidad material). Pero el positivismo que deriva de Comte abandonó el método dialéctico sustituyéndolo por una vuelta al empirismo prekantiano y el marxismo tendió a despreciar muchas veces la realidad más positiva en aras de una dialéctica formalista que se pretendía científica ella misma y ya no meramente filosófica. Los llamados “dialécticos” marxistas y los “analíticos” positivistas llegarán a ser especies opuestas y excluyentes en el siglo XX. No obstante ello, la conciliación entre lo dialéctico y lo positivo, como quería el viejo Schelling de Berlín, volvió a darse de forma singular y única en la influyente explicación del conocimiento llevada a cabo por la Epistemología Genética piagetiana. Pues Piaget estudió de modo científico-positivo, y no ya especulativamente como Fichte o Hegel, cómo se generaban los conceptos más abstractos en los niños, cómo el espacio, la cantidad, el número, etc., a través de la coordinación de sus acciones manuales con los objetos. En tal sentido su trabajo brillante y espectacular dio explicación de la ontogenia de la inteligencia en el niño.

Pero quedó sin explicar la filogenia de las propias Ideas o conceptos. A esto trata de responder, más recientemente, la teoría de los “memes” de R. Dawkins. Los “memes” unidades culturales, como los genes son unidades biológicas, que tienen la facultad de replicarse por imitación saltando de cerebro en cerebro y propagándose evolutivamente en abierta lucha y competencia entre sí. Como escribe Daniel Dennet, “Estos nuevos replicadores son, en cierto modo, ideas. No las <> de Locke y de Hume (la idea de rojo o la idea de redondo o de caliente) sino esa clase de ideas complejas que forman por si mismas unidades memorables distintas” (La peligrosa idea de Darwin, 1999, cap.XII, p. 564). Y cita como ejemplos el arco, la rueda, el triangulo rectángulo, la Odisea, las cuatro primeras notas de la Séptima Sinfonía de Beethoven, etc. En tal sentido, las Ideas, como estructuras o esencias cognoscitivas, en el sentido de Dawkins, todavía parecen unos entes hegelianos que se mueven por sí mismos y que utilizan a los organismos para desplazarse en el mundo. Pero, podría rectificarse esta interpretación suponiendo que más bien son las Ideas los instrumentos de los propios sujetos para adaptarse al medio y sobrevivir. Por ello las Ideas no deben concebirse como “auto-moviéndose” como el Concepto hegeliano, sino como teniendo un origen puramente humano a partir de un núcleo genérico, y un movimiento y transformación evolutiva que depende en su curso de cuerpos humanos institucionales que les dan cobijo e, incluso, un final en el que las Ideas pueden extinguirse y ser abandonadas.


En tal sentido, podría mantenerse la concepción kantiana de las Ideas filosóficas como conceptos regulativos o estructuras conceptuales construidas no ya por la “mente” sino por sujetos biológicos corpóreo operatorios que les permiten adaptarse a la realidad y sobrevivir frente a las amenazas de la naturaleza. Lo que añade la teoría de los “memes” sería la explicación evolutiva o diacrónica del surgimiento y formación del Mundo de la Ideas, de la misma manera que es merito de Kant, junto con el francés Laplace, haber percibido la ausencia inconsecuente en Newton de una explicación mecánica de la formación del propio Universo con su hipótesis de la Nebulosa Originaria. En tal sentido las Ideas regulativas de Kant, además de surgir sincrónicamente de las antinomias o contradicciones que resultan de los encadenamientos silogísticos de juicios científico-conceptuales,- como cuando la cosmología mantiene con igual contundencia en los tiempos de Kant y también ahora, que el Universo es finito, según unas teorías, e infinito, según otras -, dichas Ideas regulativas, tendrían también un origen y desarrollo evolutivo diacrónico, según el cual, toda Idea, incluso las más sublimes, como la del Ser o la de Dios mismo, tendría un origen temporal, que debe ser determinado por la Historia documental, buscando su filiación, sus ancestros de los que surge por transformación evolutiva. Buscando, incluso, sus posibles avatares o metamorfosis que la podrían conducir a una eventual destrucción degenerativa. En tal sentido nos referimos a las Ideas como “géneros combinatorios” en este mismo Blog (Ver “Fenomenología y Operatiología (II)”, 9-1-2012).

Manuel F. Lorenzo