jueves, 1 de noviembre de 2012

"La imagen corporeizada" de Juhani Pallasmaa


     La reflexión sobre la ciudad y la arquitectura ciudadana es uno de los temas de más imperiosa actualidad, no solo por razones de creciente hacinamiento poblacional, ecológicas o económicas, sino también por razones estéticas y filosóficas. Sobre todo desde la irrupción de la arquitectura del acero, vidrio y hormigón, llamada moderna, de los Mies van der Rode, Le Corbusier, etc, que ha evolucionado con fuerza suficiente desde la segunda mitad del pasado siglo, pasando desde un funcionalismo clásico plano y desprovisto de adornos inútiles hacia  el giro manierista de la llamada arquitectura deconstructiva, tipo Frank Gehry, en la que se empieza a retorcer la geometría euclídea de los edificios curvando o doblando caprichosamente las paredes, o hacia el barroquismo arquitectónico post-moderno en el que la ornamentación tiende a imponerse por encima de la función.


     A su vez, parece anunciarse una nueva crítica a estos coletazos tardo-modernos que ya no trata de retorcerlos caprichósamente, provocando una deshumanización mayor del arte, como diría Ortega, sino que busca su rechazo y su superación en una vuelta vitalista a las fuentes humanas esenciales que nos caracterizan de modo trascendental, no ya como sujetos metafísicamente idealizados y plenamente computerizados, sino como sujetos existenciales, imperfectos, finitos e imprevisibles, dados en relación con un difícil y siempre peligroso mundo entorno natural, desde hace millones de años. Dentro de esta nueva crítica destaca con fuerza, en los últimos años, la figura de Juhani Pallasmaa, un arquitecto finlandés de prestigio internacional que ha iniciado con un pequeño libro The eyes of the skin. Architecture and the senses (2005), -traducido al español como Los ojos de la piel por Editorial Gustavo Gili (Barcelona, 2012) y bien acogido como lectura necesaria en numerosas escuelas de arquitectura de todo el mundo-, una penetrante crítica a la actual arquitectura predominante en las ciudades más desarrolladas del mundo, caracterizándola como una arquitectura predominantemente visual, hecha principalmente para ser mirada. Lo cual implica un predominio de la imagen en esta nueva arquitectura espectáculo que confluye con la llamada cultura espectáculo, la política orientada a cuidar la imagen de los candidatos, etc., propia de las llamadas sociedades tardo-modernas.

     Este libro de Pallasmaa fue seguido por otros dos libros que continúan y profundizan la crítica a lo que el autor denomina como “ocular-centrismo” arquitectónico, formando una especie de trilogía. Son los libros: The Thinking Hand. Existential and Embodied Wisdom in Architecture (2009), también traducido al español como La mano que piensa en Gustavo Gili (Barcelona, 2012) y The Embodied Image. Imagination and Imagery in Architecture (2011). El conjunto de los tres libros, concebido por el propio autor como un tríptico, como señala en el capítulo de reconocimientos de este último, puede ser interpretado como formando una estructura que ejemplifica el recorrido que toda reflexión teórico filosófica debe hacer, según el modelo académico instaurado por Platón en el famoso Mito de la Caverna: crítica de las apariencias, salida de la caverna buscando el fundamento verdadero y vuelta a la caverna para reinterpretar las apariencias desde el nuevo punto de vista adquirido con el descubrimiento de la verdad. El primer aspecto de crítica de la arquitectura puramente visual de la ciudad “para los ojos” lo aborda Pallasmaa en Los ojos de la piel.  La salida de este mundo engañoso y alienante de la arquitectura actual, que busca impactar con la pura imaginería, la encuentra, en La mano que piensa, regresando a una nueva explicación del conocimiento desarrollada por filósofos contemporáneos como Heidegger o Merleau-Ponty, Satre o Lakoff, que remite al cuerpo y, más precisamente a las acciones manuales,  al heideggeriano “ser a la mano”, como fuente originaria de nuestra relación inmediata con el mundo (Ver en este mismo Blog. “Lamano que piensa de Juhani Pallasmaa", 4-4-2012).

     El tercer  libro de Pallasmaa, The Embodied Image. Imagination and Imagery in Architecture, (John Wiley & Sons, London, 2011) que culmina el tríptico, trata exclusivamente de la producción de imágenes en la arquitectura ciudadana actual reinterpretando el mundo artístico de la imagen, no de forma visual, substancial y exenta con respecto al resto del cuerpo, sino en su conexión necesaria con la corporalidad del propio sujeto creador, o del meramente receptor o espectador del arte que habita la ciudad y sus sofisticados edificios arquitectónicos. Después del rechazo y crítica de la imaginería ocular-centrista, que propicia la salida de tan engañoso mundo propio de la caverna platónica, y la ascensión a la hápticidad manual, cual nuevo “Sol” platónico revelador de nuestra verdadera condición humana, Pallasmaa está en condiciones ahora de desarrollar un nuevo punto de vista liberador. Dicho punto de vista se sustancia en la propuesta sistemática de construir una nueva imagen de la ciudad, una imagen corporeizada (embodied Image) que no pierda su enraizamiento existencial en la hápticidad manual.  Como escribe el propio autor:

     “Este libro fue escrito en la creencia de que nosotros mismos podemos liberarnos y sensibilizarnos por medio de un entendimiento del mundo re-poetizado y re-mitificado y que la imaginación humana es autónoma, auto-generadora y sin límite. Resulta esperanzador que durante las pocas décadas pasadas la imaginería científica parece haberse acercado a la imaginería poética y viceversa. Vivimos en un mundo –o mundos- de nuestra propia factura y el futuro de la humanidad permanece enteramente en nuestra capacidad de imaginar. Los capítulos que siguen analizan la esencia de la imagen mental y de la imaginación y sugieren vías por las que podemos transitar volviendo a enraizar el arte arquitectónico en su suelo existencial” (Pallasmaa, J., The Embodied Image. Imagination and Imagery in Architecture, John Wiley & Sons, London, 2011, p. 24; la traducción es nuestra)

     Para ello, el autor, lleva a cabo, en el primer capítulo, un análisis de la  hegemonía de la imagen en la cultura contemporánea, en el que repite su diagnostico del predominio del ocular-centrismo en la publicidad, el embotamiento y perdida de la imaginación, en la arquitectura espectáculo, etc., con la consecuente pérdida del sentido de realidad. En el capitulo segundo encontramos un análisis de la relación entre las imágenes, el lenguaje y el pensamiento, a la luz de nuevos conocimientos, como los aportados, p.ej. por lingüistas como George Lakoff, con su revalorización del papel del cuerpo en  las imágenes metafóricas que configuran nuestra forma de pensar o los avances de la neurología en la localización de las funciones cerebrales conectadas con las imágenes verbales o plásticas:

     “Las relaciones e interacciones entre imaginería y lenguaje, percepción y pensamiento, son fundamentales para el entendimiento de la creatividad y de la mente humana. En el pasado los prevalecientes puntos de vista lingüísticos desatendieron el papel de las imágenes. No obstante, durante las últimas décadas,  experimentos psicológicos y psico-lingüisticos han revelado y probado el papel crucial de las imágenes mentales o de las representaciones neuronales en el lenguaje y el pensamiento. Estos puntos de vista tienen un significado crucial especialmente en las filosofías y metodologías educativas” ( Op.cit., p. 26).

     El capítulo tercero, el más extenso del libro, aborda los múltiples tipos de imágenes (imágenes de la materia, multi-sensoriales, condensadas, arquetípicas, inconscientes, metafóricas, empatizantes, incompletas, ilusorias, icónicas, épicas, cosmo-poéticas, etc.) tratando de comprende lo que ocurre realmente en el proceso de imaginación, especialmente cuando lo contemplamos desde la nueva perspectiva manual corporal, es decir, desde la nueva perspectiva de análisis conseguida con la noción de una imagen vivida y enraizada en el cuerpo (“the lived and embodied image”):

   “La noción de imagen se asocia comúnmente a un retrato (picture) o  representación visual esquematizada. Incluso en nuestra vida mental desarrollamos constantemente imágenes mentales o imaginarias. La decisiva facultad de la imagen es su capacidad mágica para mediar entre lo físico y lo mental, lo imaginario y lo percibido, lo real y lo afectivo. Las imágenes poéticas, en particular, son corporeizadas (embodied) y vividas como parte de nuestro mundo existencial y de nuestro sentido del yo. Imágenes, arquetipos y metáforas estructuran nuestras percepciones, pensamientos y sentimientos y son capaces de comunicar mensajes de tiempos pasados como también de mediar narrativas épicas de destino y vida humana” (Op.cit, p. 40.).

     El capítulo cuarto trata de llevar a cabo una anatomía de la imagen poética o creadora considerando que en tales imágenes coexisten simultáneamente dos realidades, la física y la “irreal” provocada por la imaginación. En tal sentido, según Pallasmaa, es necesario tener siempre presente esta dualidad sin reducir la experiencia artística a algo meramente físico o visual. Por ello,

     “la imagen mental o vivida es una noción central en todas las artes, aunque ni artistas ni teóricos aludan a menudo a ello. Cuando es mencionada, la palabra ‘imagen’ remite habitualmente a fenómenos puramente perceptuales o visuales. Sin embargo, la imagen es una entidad experiencial, una singularidad sintético perceptual, cognitiva y emocional, de la obra artística que es percibida, corporeizada y rememorada” (Op.cit.,p. 93).

     En el quinto y último capítulo, trata específicamente de la imagen en la arquitectura. Su idea esencial es que la autentica experiencia de la arquitectura no es una experiencia puramente visual o gestáltica, al estilo de lo que sugiere la moda pos-Bauhaus dominante, sino:

      “….confrontaciones, encuentros y actos que proyectan y articulan específicos significados existenciales y corporeizados. A un edificio lo encontramos, no solo lo vemos; nos aproximamos, lo tenemos enfrente, entramos en él, se relaciona con nuestro propio cuerpo, nos movemos en torno a él y lo utilizamos como un contexto y condición para cosas y actividades. Un edificio dirige, decide y estructura acciones, interrelaciones, percepciones y pensamientos. Y, lo más importante, articula nuestras relaciones con otras personas, así como  con la <> para usar una noción introducida por Louis Kahn. Las edificaciones arquitectónicas concretizan el orden social, ideológico, cultural y mental dándole una forma metafórica material” (Op., cit., p. 124).

     Por último, solo nos referiremos aquí, para finalizar esta breve reseña,  a lo que Pallasmaa considera la más primarias imágenes de la arquitectura:

     “En el orden de su emergencia ontológica las imágenes primarias de la arquitectura son: suelo, techo, pared, puerta, ventana, hogar, escalera, cama, mesa y baño. Esta visión asume significativamente que la arquitectura ha nacido más bien con el establecimiento del suelo, una superficie horizontal, que con el techo. Como señalamos anteriormente, las imágenes arquitectónicas profundas son más bien actos que objetos o entidades formales. Estas entidades permiten e invitan: el suelo invita al movimiento, a la acción y ocupación; el techo proyecta abrigo, protección y experiencia de interioridad; la pared significa la separación de varias estancias y categorías de espacios creando, entre otras cosas, privacidad y discreción. Cada una de las imágenes puede ser analizada en términos tanto de su ontología como de su esencia fenomenológica. La experiencia arquitectónica asciende ontológicamente desde el acto de habitar y, consequentemente, las imágenes arquitectónicas primarias pueden ser más claramente identificadas en el contexto de la casa, de la vivienda humana” (Op. cit., p.129).

     En definitiva, la propuesta de Pallasmaa se inscribe, en este tercer libro, en la consideración de las imágenes arquitectónicas, o artísticas en general, no ya como entidades sustanciales o representaciones puramente visuales, sino como imágenes corporeizadas, dadas en su relación genética con las acciones sumamente complejas, poco estudiadas hasta la fecha, de órganos corporales pertinazmente relegados en tal sentido, como nuestras propias manos.

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