martes, 2 de septiembre de 2014

Sobre la crítica de Ortega a la Restauración (y IV)

     Como final de esta revisión de la crítica de Ortega a la Restauración, ante la presente crisis de la actual Restauración de la monarquía democrática española y su relación con la propuesta orteguiana de la necesidad de la influencia educativa y política nacional de la minorías intelectuales egrégias, trataremos a continuación de una posible dimensión, ya no nacional, sino internacional, de la influencia de tales minorías. Hoy, a diferencia de los tiempos del joven Ortega, ya no es Inglaterra la superpotencia mundial, sino los EEUU. El llamado Imperio norteamericano ha resultado, tras la caída del Muro de Berlín, el nuevo super-poder mundial, que recuerda al ascenso de Roma en el Mediterraneo tras la derrota de los competidores Imperios helenísticos. Pero es un Imperio de naturaleza diferente al romano. No es esencialmente un Imperio dictatorial de tipo militar-esclavista, sino un poder científico-industrial, basado en la democracia liberal. Pero, a pesar de tales diferencias notables no es menos interesante resaltar, como hicimos en el artículo anterior, ciertas semejanzas. Pues, así como Roma, tras derrotar a grandes Imperios, como el cartaginés o el Egipto de los Ptolomeos, logró perdurar por siglos y marcar una profunda huella civilizadora en el Mundo Antiguo, debido principalmente a lo que Montesquieu llamó la característica división de poderes que limitaban cualquier absolutismo imperial, los EEUU, tras derrotar a los totalitarismos de masas no menos imperialistas de nazis y soviéticos, instaura una moderna sociedad de masas no totalitaria o absolutista, por la gracia de su Constitución política basada en la división de poderes recomendada por Locke y Montesquieu.

     No obstante ello, el poder del Imperio romano no se reducía al poder puramente militar, como el poder norteamericano tampoco debe verse como un poder meramente económico o ténico-científico. Es en el momento de su conversión imperial cuando el mundo romano descubre e incorpora la filosofía griega a través de Ciceron, quien es el primer romano que asimila la filosofía de las Escuelas atenienses en  una síntesis ecleptica en la que predomina el estoicismo. Como relata Renan, en el prólogo de su libro Marco Aurelio y el fín del Mundo Antíguo, la filosofía tuvo la dicha de ver como en Roma se cumplieron las profecías de Platón, pues en ella el poder “espiritual” de los filósofos, desde Séneca, llega a dirigir y orientar sabiamente la política romano, consiguiendo incluso que un “rey”, Marco Aurelio se haga filósofo. Fue Ciceron, miembro de una influyente minoría aristocrática de patricios, perteneciente al llamdo Circulo de los Escipiones., quien convertirá a los infieles romanos, hasta entonces desconocedores de la Filosofía, a la filosofía griega de los Panecios y Posidonios, integrantes del llamado Estoicismo Medio. Dicho suceso se revelará trascendental pues es el origen de una novedosa división del poder en político “terrenal” y religioso “espiritual”, que se consolidará en el época del emperador Constantino con la famosa separación entre Estado imperial e Iglesia papal, el cual, tras la destrucción de Roma, renacerá en la naciente Europa de Carlomagno, con todo lo que significa de fermento propicio para el surgimeinto de las sociedades liberales modernas. En tal sentido, la Iglesia católica, a pesar de las acusaciones volterianas de oscurantismo, fue la primera religión Monoteista que incorpora la Metafísica filosófica griega, germen, a su vez, del nuevo poder espiritual de la ciencia y la filosofía modernas.

     Los EEUU, en tanto que surgen de la Guerra de la Independencia contra Inglaterra, incluyen ya el conocimiento de la filosofía europea por el origen cultural de sus primeros colonos. Pero, este conocimiento está extremadamente deformado por el peso abrumador de la tradición empirista inglesa. En tal sentido se contrapone habitualmente la filosofía Anglosajona a la llamada filosofía Continental europea, entendiendo por tal la tradición racionalista francesa y alemana. El Positivismo, junto con la educación científica y tecnológica, ha llegado a ser, así, la corriente filosófica predominante en sus Universidades y centros de enseñanza. Corrientes como el marxismo o el vitalismo nietzscheano, solo han adquirido una influencia marginal. No obstante,   la tradición empirista anglosajona parece haber entrado en crisis y se empieza a perder su monopolio en la influencia universitaria, a causa del ascenso de la Fenomenología de Hussel, Merleau-Ponty, y otros, propugnados por influyentes figuras como Lakoff & Johnson en su famoso libro Philosophy in the flesh (1999). De tal modo, se puede decir que EEUU empieza la incorporación académica decidida, y no de modo meramente marginal, de la llamada Filosofía Continental que va de Kant a Husserl. Se trata ahora de sustituir el empirismo atomista ingles por el empirismo fenomenológico alemán. Pero este paso significa, a nuestro juicio, aun mucho más. Significa el descubrimiento de la Filosofía sistemática trascendental, de la Filosofía con mayúsculas, que es la filosofía alemana moderna, como lo era la Metafísica griega. Por ello no parece un paso fácil de dar en un ambiente universitario norteamericano dominado por la mayoría de los WASP (Blancos, Anglosajones y Protestantes). Hay, sin embargo, una minoría cultural en ascenso, la hispana, que se encuentra en mejor disposición intelectual para asimilar este brusco cambio de “paradigma” filosófico que se esta abriendo camino. Y ello se debe en parte muy importante a la labor filosófico-cultural de Ortega y Gasset, en tanto que es una especie de Ciceron hispano, pues también se considero un introductor de la Filosofía in partibus infidelium, es decir, en tierra de infieles, en tierra de desconocedores de ella, como fue España durante siglos desconocedora de la Filosofía Moderna por el predominio segular del aristotelismo entre la mayoría de sus cabezas pensantes.

     Ortega, como Ciceron, fue un orador brillante y un filósofo ecléptico que propugnó una mezlcla de racionalismo fenómeno-lógico y vitalismo nietzscheano. Así como Ciceron eligió el Estoicismo Medio de Panecio y no el de Zenón, que todavía estaba preso de la creencia astrológica, Ortega eligió el positivismo fenomenológico de Husserl y rechazo el positivismo empirista de Comte o Stuart Mill, lastrado de un empirismo afilosófico y pre-kantiano. Aunque Ortega fue traducido al inglés y al alemán, y muy leído en Alemania, irradió sobre todo su influencia por el mundo de lengua española, el cual está empezando a pesar notablemente en los propios EEUU. De la misma manera que Cicerón, es Ortega un gran escritor capaz de exponer con claridad para un público amplio las más abstrusas cuestiones filosóficas. Por ello la profundización y extensión de su influencia en la minoría cultural hispana norteamericana abre una posibilidad de influencia mundial nuevamente de lo español en el mundo, como él se proponía. Una influencia que ahora ya no sería tanto “terrenal”, con sus navegantes y conquistadores, sino “espiritual”, con sus nuevas aportaciones filosóficas hispanas. Una influencia no meramente repetitiva como un eco, sino hecha sobre la base de la profundización y superación de la filosofía fenomenológica alemana, que Ortega fue el primero en España que se preocupo con seriedad y constancia de dar a conocer; y no ya para quedarse en ella sino para utilizarla como tampolín para ir más allá y adentrarse en una nueva filosofía del futuro, siguiendo el lema de los navegantes del Renacimiento plus ultra, que ya no fuese idealista moderna, sino que fuese muy vitalista, muy española y mediterránea, muy de lo que llamaba la “Europa del Sur”.


     Solo una minoría intelectual educada en dicha filosofía, sería capaz de acabar con la “invertebración” y el particularismo propios de una sociedad de “masas”, como lo fue la española, lastrada secularmente, a pesar de sus grandes hazañas momentáneas, por el defecto de la “invidencia” quijotista. Una invidencia que hoy empieza a preocupar en los propios EEUU, donde se hace difícil contener la degradación ambiental producida por el egoísmo consumista de sus masas y la carencia de Ideas generales profundas de sus cada vez más poderosos “bárbaros especialistas”, dominadores de una ciencia separada de la filosofía y cada vez más reducida a los intereses de la tecnología y la especulación económica.